Elisa Abadí: artista del año
El 2014 será el año de la LIBERTAD eso escríbanlo ya no lloro más CARAJO Elisa Abadí
Desde la más absoluta arbitrariedad me he planteado una lista. En ella solo tiene importancia el primer lugar. ¿Es factible semejante clasificación? Ciertamente sí. El primer lugar no niega la existencia de los demás, sólo los deja en reserva. Tampoco podemos decir que ese puesto es una referencia para todos porque ninguno depende de él, por lo tanto, esta clasificación es en sí misma inmensa y asimétrica.
El motivo de mi balance es la artista venezolana Elisa Abadí. Para muchos una pintora de Curucutí, incluso para ella misma. Sin embargo, a mi entender, esa categoría es insuficiente. El problema del arte hoy día no está en el objeto. Tampoco en la representación en sí misma, en su distancia o en el efecto de su plasticidad. Elisa no es una artista porque pinte, exponga objetos o represente algún tipo de realidad. Lo es gracias a su performance como activista. Debido a que ha elaborado, desde todas sus posibilidades expresivas, un discurso político-estético de nuestra realidad insólita, de la crisis que enfrentamos, de la fragmentación de nuestra cultura asediada por fantasmas propios y ajenos.
De todo su trabajo, donde la figura de los venerables Pop ha sido determinante, lo que me hace estimarla como artista del año 2013 es su acción en pro de la liberación de Iván Simonovich. En un país donde los discursos políticos se desvanecen de campaña en campaña, donde las figuras desaparecen de vacación en vacación, donde el gobierno se parece cada vez menos a sí mismo y la oposición no se parece a nada, donde el mundillo cultural venezolano se conforma con manosearse en los lugares de encuentro y donde las obras de arte o los libros suelen ser las excusas para liberar el ego de artistas y escritores, Elisa Abadí dio una lucha sostenida que ha generado una iconografía política del llamado a la libertad.
Más que la expresión visual o el contenido conceptual de sus obras, donde suele estar la imagen de Simonovich acompañada del rótulo: “Liberen a Simonovich”, lo que es realmente importante, aquello que se convierte en un gesto de rebeldía estética es su performance, su acción, el activismo que desplegó. Elisa rompió un cerco simbólico impuesto a la mayoría de los venezolanos en los últimos años: deseen y esperen sentados frente a los medios una posible dádiva del poder, una negociación o una apertura. La fantasía, —y sigo con mucha libertad aquí una idea de Slavoj ZiZek—, impuesta por el gobierno y que sostiene el “deseo histérico” nuestra sociedad es la posibilidad de que a la vuelta de la esquina nos espera un cambio. Sin duda, ello permite dejar los espacios para que el deseo simbólico permanezca y nadie “acepte el trauma de la clausura radical”, es decir que “no hay apertura alguna”. En este escenario Elisa Abadí ha hecho algo parecido a lo que ZiZek llama “atravesar la fantasía”: aceptando el trauma de la clausura radical se lanzó a la calle y a las redes sociales sin suplicar favor alguno de los medios, de los políticos o del mundillo cultural caraqueño a desplegar el ejercicio de su propia rebeldía. No esperó una convocatoria. Aunque tiene una preferencia política evidente su activismo no tiene deudas con un discurso, una forma de poder o una campaña partidista. No está esperando señales mesiánicas, llamados trascendentales o una liberación exterior. No pinta exvotos, hace demandas. Su trabajo es tan concreto como popular, tan directo como combativo: “Liberen a Simonovich ya”.
El arte de Elisa Abadí no está en sus pinturas. Ver sus cuadros sin ponderar la complejidad que los hace circular, romper el encierro y generar un discurso político-estético es quedar incompleto. Hay que seguirla en su acción. Es necesario movilizarse a través de su activismo. Es imprescindible entender que este tipo de ejercicios de insurrección ciudadana no esperan un llamado, no tienen una deuda o buscan una recompensa trascendental. En la activación de la rebeldía está el arte y la subversión. Ahí aparece todo, ese es el lugar donde podemos descubrir quién es ella y llamarla artista.
En unas líneas que le escribí cuando llegó a mis manos su libro sobre los Venerables hice una pequeña síntesis de esa acción que es su arte, un esquema mínimo donde es posible apreciar sus trabajos: “encuentro en ellos el misterio conceptual de la fe del andariego, de ese que en su tránsito continuo por los caminos hace evidente, para los seres humanos y su cultura, la complejidad y la fuerza de las pequeñas creencias cotidianas”. Esas que por no participar de las fantasías de los grandes discursos nunca se detienen, jamás dejan de estar en desobediencia.
Esa es Elisa: Una gran mujer artista del año, auténtica sin tapujos y sin complejos !coño liberen a Simonovis!
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